Bill Hay, una figura integral en la historia del hockey, falleció a la edad de 88 años, dejando un rico legado que trasciende sus logros en el hielo. Su papel en el ascenso de los Chicago Blackhawks a la gloria en la temporada 1960-61 marcó un momento crucial en la historia de la franquicia. Las contribuciones de Hay no se limitaron a su destreza atlética; realmente encarnó el espíritu del juego y sirvió como un embajador perdurable del hockey, tanto durante como después de su carrera como jugador.
En su temporada de novato de 1959-60, Bill Hay tuvo un impacto inmediato en la NHL, ganando el Trofeo Calder como el mejor novato de la liga. Con 55 puntos, mostró un talento natural que lo colocó entre los máximos goleadores de la liga. Sin embargo, fue su papel fundamental en la temporada siguiente como parte de la icónica «Million Dollar Line» junto a los miembros del Salón de la Fama Bobby Hull y Murray Balfour lo que consolidó su estatus como un jugador clave. Juntos, impulsaron a los Blackhawks hacia su primera Copa Stanley en 22 años, un momento grabado en la memoria de los aficionados y compañeros de equipo por igual.
Después de una destacada carrera de ocho temporadas caracterizada por 113 goles y 386 puntos en 506 partidos, Hay hizo la transición al ámbito empresarial. Este movimiento no lo alejó del deporte que amaba; más bien, destacó su versatilidad y capacidad de adaptación. Incluso después de su salida de la NHL, fue atraído de nuevo al hielo, participando en el draft de expansión de los St. Louis Blues antes de retirarse definitivamente.
Su influencia continuó creciendo a medida que asumió roles ejecutivos, convirtiéndose en presidente y CEO de los Calgary Flames y en una fuerza orientadora en Hockey Canada. El impacto de Hay se extendió más allá de los logros estadísticos. En 2015, fue justamente inducido al Salón de la Fama del Hockey como Constructor, un testimonio de sus contribuciones significativas al deporte tanto dentro como fuera del hielo. Compartió este honor con su padre, Charles Hay, quien fue incluido en 1974, creando un legado familiar único dentro del Salón de la Fama.
El comisionado de la NHL, Gary Bettman, celebró la vida notable de Hay, enfatizando su dedicación de toda la vida a honrar el deporte y a sus mejores jugadores, reforzando la idea de que Hay no solo fue un participante en la historia del hockey, sino un arquitecto fundamental de su futuro.
La muerte de Bill Hay marca una profunda pérdida para la comunidad del hockey, pero su legado perdura. A través de su trabajo, inspiró a innumerables jugadores y aficionados, mostrando la importancia de la dedicación, el espíritu deportivo y la comunidad dentro del ámbito del hockey. A medida que llegan tributos, es evidente que su influencia continuará resonando en el deporte por generaciones, dejando una huella indeleble en los corazones de todos aquellos que aprecian el juego.
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